Los edredones tienen como función proporcionar abrigo y confort a las personas en la cama.
Es muy normal que la temperatura de confort de las personas que duermen juntas no sea la misma, habiendo una incompatibilidad térmica evidente en la pareja. La ropa de cama habitual no suele tener en cuenta esta diferencia de temperaturas de confort, proporcionando el mismo abrigo a las dos personas que duermen juntas.
Aparecen entonces los típicos problemas: la pareja no se pone de acuerdo a la hora de poner o quitar el edredón con el cambio de estación, una de las dos personas cede y pasa frío o calor, una duerme con calcetines, pijama de invierno y casi hasta sudadera, la otra en ropa interior,…
En una encuesta que hemos realizado entre familia, amigos, conocidos y seguidores de nuestras redes sociales, un 84% de las personas encuestadas nos han confirmado lo que sospechábamos. Sufren o han sufrido incompatibilidad térmica con su pareja.
Para poner un ejemplo de incompatibilidad térmica, te compartimos un diálogo de la película en donde primero vimos este término.
Las ovejas no pierden el tren
En ella Luisa y Alberto, los protagonistas, tienen esta conversación:
– Tengo frío.
– Qué exagerado eres de verdad.
– Eso es una cosa que no se tiene en cuenta cuando se conoce a alguien, la incompatibilidad térmica.
– Pues sí mira, si llego a saber lo friolero que eres no me caso contigo.
También aparece el término incompatibilidad térmica en este fragmento del libro Los reinos de la casualidad.
No puede retratar mejor el perfil de una persona friolera y el de una persona calurosa. Con lo que discrepamos es con que siempre la mujer sea la calurosa y siempre el friolero sea el hombre. Conocemos frioleras, frioleres, frioleros, calurosas, caluroses y calurosos. Puede que no a partes iguales, pero no nos gusta clasificar por género. Por eso preferimos hablar de personas frioleras y calurosas, o cerebros calurosos y frioleros.
Los reinos de la casualidad
«Una de las pruebas irrefutables de la afortunada diferencia radical entre hombres y mujeres miembros de una pareja se hallaba en su incompatibilidad térmica debajo de un edredón o una manta. Carlota pertenecía a la secta femenina de cerebros frioleros de las arrebujadas, mientras que su marido, como al parecer sucedía con la mayor parte de los hombres cerebros calurosos, militaba en los ejércitos de los destapados.
Ella era una criatura de pies polares y él un empedernido sudoroso.
Ella consideraba un dogma de fe la clausura absoluta de la habitación, y él era un partidario de la herejía de las ventanas abiertas.
Ella resultaba proclive al gregarismo de los abrazos nocturnos, y él pensaba que abrazarla bajo las sábanas era como sostener entre las manos una tea ardiendo, por un misterioso mecanismo metabólico que convertía a los frioleros en estufas durmientes.
Ella profesaba en la orden de los camisones y de los pijamas, y él en la cofradía de los desnudos.
Ella predicaba desde hacía siglos las bienaventuranzas de la calefacción central y él era un propagador de las virtudes del aire acondicionado.
Ella adoraba la ortodoxia de la almohada en el cabezal; en cambio, él era un perjuro que dormía amartelado con su almohada, y libraba con ella cada noche una idílica batalla de contorsionista. Constituían dos especies enfrentadas e irreconciliables con intereses térmicos distintos…» (310)
_Carlos Marzal
El fin de la incompatibilidad térmica
Mi amor tengo calor nació porque nosotros (Blanca y Felipe) nos dimos cuenta en seguida de que teníamos este problemilla, la solución que encontramos fue cortar a la mitad nuestro edredón. Y así con la tontería… nos hemos propuesto revolucionar la vida de todas las parejas incompatibles térmicamente que estén dispuestas a revolucionar su forma de dormir.
Si quieres conocer un poco mejor Mi amor tengo calor te invitamos a que leas esta entrada del blog.
Y tú, ¿sufres de incompatibilidad térmica con tu pareja? ¿Tienes alguna anécdota al respecto? ¡Puedes contárnoslo en comentarios!
